En el año 1981 el pintor Narciso Puget Riquer ( Ibiza, 1916- 1983 ) ofreció en donación al Estado español una colección pictórica que incluía obras propias y de su padre, Narciso Puget Viñas ( Ibiza, 1874- 1960 ) para que que fueran exhibidas en la casa conocida como can Comasema, de titularidad municipal, que fue cedida para esta finalidad por el Ayuntamiento de Ibiza. Esta donación ( cuenta en total con un conjunto de 130 obras pictóricas ), formada por 40 óleos y treinta dibujos de Puget Viñas y por 29 acuarelas y 29 dibujos de Puget Riquer, fue aceptada por el Real decreto 4130/1982 (BOE núm. 59 de 10 de marzo de 1983), con la finalidad de constituir el Museo de los Pintores Puget.
El museo está instalado en la planta noble del inmueble conocido como can Llaudis, situado en la calle Mayor núm. 18 de Dalt Vila. Este edificio es también conocido con el nombre de can Comasema, apellido del marido de la última Llaudis en línea directa, y con este nombre fue recogido en el libro “Die Balearen” del Archiduque Luís Salvador de Austria.
Las pinturas de los pintores Puget nos nos ofrecen una peculiar imagen de la vida rural en la isla, la ciudad de Ibiza y sus alrededores, los ritos y costumbres isleños durante el siglo XX.
Las salas dedicadas a la obra de Puget Riquer contienen veintinueve acuarelas y veintinueve dibujos que se centran en visiones de las calles, paisajes y personajes de la ciudad de Ibiza.
Por otro lado, las salas dedicadas a la obras de su padre, Puget Viñas, nos muestran cuarenta y dos óleos y treinta dibujos centrados en la vida rural, en la mujer como centro de la vida familiar y en las costumbres y ritos de Ibiza.
También hay dos salas comunes en las que se exponen dibujos de ambos artistas.
Hoy solo imágenes y algún comentario suelto. No os quiero agobiar. Confío en que este post os haya resultado interesante.
Saludos
MacDubh
2 comentarios:
La 3ª foto me recuerda a la casa de mi abuela en el pueblo, en Extremadura. No tenia balcón, ni flores porque sólo íbamos allí en verano.
Era una casa vieja, con muros de piedra, muy fresca, vigas de madera en el techo, un viejo pajar, un gallinero, una pocilga en el corral, sin luz... Nos encantaba escondernos en cualquier rincón y buscarnos con las linternas, dormir la siesta sobre una manta en el suelo de pizarra...
Me has traído a la memoria un precioso recuerdo, Mac. Gracias.
Vaya es un efecto colateral inesperado y agradable, de nada
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